Historia de su construcción
Antigua parroquia de San Martín
En la plazoleta San Martín se encontraba la antigua iglesia parroquial de la localidad, dedicada a San Martín (situada donde se encuentra el edificio que alberga el Bar Kaya). Domingo Hergueta indica que era de estilo bizantino, que hasta el siglo XVII se enterraba en esta iglesia, aunque debido a sus pequeñas dimensiones se usaba solo ocasionalmente.
Rodríguez Arnáez indica que al quedarse pequeña por el aumento de la población se decidió construir la nueva de Santo Tomás.
El 13 de diciembre de 1809 las comunidades eclesiástica y seglar, decidieron que se suspendiera la misa que se celebraba en esta iglesia los días festivos, debido a su espacio reducido que provocaba que se atropellase la gente, causando algunas irreverencias. Dicha misa en festivos se trasladaría a la iglesia de Santo Tomás. Los franceses que se encontraban en Haro durante la Guerra de la Independencia Española la utilizaron entonces como almacén de leña. Finalmente esto fue llevado a cabo en 1822 por decisión de la comunidad eclesiástica y seglar.
La primera construcción
Las primeras noticias de su construcción son de comienzos del siglo XIV. La falta de datos precisos hace que se dude de la propiedad de los terrenos sobre los que se levantaba, pudiendo pertenecer a los Condes de Haro, reutilizándose sillares del antiguo Castillo de la Mota; o bien sería el solar de la antigua judería.
Por un testamento del 21 de agosto de 1421 otorgado por el clérigo de Haro Pedro Sánchez, se sabe que en esas fechas ya se había construido en Santo Tomás la capilla de San Miguel con su altar y la capilla de la Claustra, mandada pintar por el otorgante, además de otra edificada por el mismo para su enterramiento cabo la puerta principal.
Su mala construcción y administración llevó a que comenzara a hundirse en 1499, situación que conllevaría su demolición años después tras la previsión de reformas por parte del cabildo que no llegarían a iniciarse.
Entre 1512 y 1525 Felipe Bigarny, uno de los más insignes escultores del renacimiento español, construyó la portada principal y un retablo mayor. Se sabe que la tasación de la obra era de 510.000 maravedis el retablo y 270.000 la portada.
Esta primera construcción contaba con los altares de San Nicolás, las Capanillas, San Juan, Santa Brígida, San Antón y el altar mayor denominado Corpus Cristi.
Demolición parcial de la anterior y construcción de la nueva
En 1534 se contrató la demolición de los restos de la primera construcción (respetándose algunas partes como la portada de Bigarny). Ese mismo año el cántabro Juan de Rasines comenzó la construcción de la capilla mayor.
Parece que en 1549 Pedro de Rasines, hijo de Juan, continuaba con las tareas que había dejado pendientes su padre tras su fallecimiento, trabajando en la construcción del crucero y la sacristía,
Aunque se avanzaba la construcción de la nueva iglesia, en 1569 todavía quedaban partes de la antigua por demoler. Así el 11 de mayo de ese año, los maestros de cantería Pedro de Origoitia y Martín de Arteaga, tasaron la piedra de la obra vieja en 220.830 maravedís, cantidad que sería descontada a Rasines del valor de toda la obra, según habían acordado por contrato.
Al fallecer Pedro en 1572 y aun habiendo transcurrido ya los ocho años pactados, la obra tenía todavía mucho trabajo por delante. Continuó con ella su hijo Rodrigo Díaz de Rasines, con quien se hizo nuevo contrato el 3 de mayo de 1573, debiendo terminar tres años y medio más tarde. Transcurrido bastante más de este tiempo seguía sin finalizarse lo contratado, por lo que el cabildo el 11 de julio de 1581 reclamó judicialmente ante el tribunal de la Chancillería de Valladolid, para que se terminaran los cuatro pilares sobre los que debía colocarse el tejado.
El 7 de septiembre de 1582 condenaría a los Resines a pagar daños y perjuicios. Su hermano Pedro de Rasines reparó la capilla mayor en 1583 y enlosó la sacristía en 1587.
En 1589 se solicita a Pedro de Origoitia, artista de Ochandiano, que trabajara en ella, haciéndolo hasta su muerte en 1600. El hijo de Pedro, Andrés García de Origoitia, continuaría con el trabajo, comprometiéndose a concluir el tejado para el 1 de mayo de 1601. Obra de padre e hijo son los nervios que cruzan los arcos torales del techo.
El 16 de noviembre de 1603 Andrés García cedió la obra a Andrés de Benea, procedente de Urbina, que junto con su hijo Pedro de Benea terminaría las nueve capillas y el coro.
La Iglesia fue inaugurada en 1607 al trasladarse la reliquia de San Felices desde la Basílica de la Vega.
En 1626 Pedro de Urquiola, quién poco después repararía el Puente de Briñas, colocaba en el antepecho del coro y la escalera las rejas fabricadas por Lázaro de Arregui.
Levantando la torre
En 1627 el cantero jarrero Pedro de Solano Palacio realizó la traza de una primera torre, de estilo clasicista con cúpula de media naranja. Esta fue levantada por Rodrigo de la Cantera, Domingo Güemes y Francisco de la Riva Agüero entre 1628 y 1629.
El 14 de agosto de 1671, encontrándose arruinada se acordó sacar a subasta la construcción de una nueva. La tarea fue entregada a Juan de Raón, que se comprometía a levantarla en ocho años por 13000 ducados. La obra se efectuó con piedra procedente del término de la Magdalena. Tan buena era la marcha de la obra que en 1673 se le instó a que fuera terminada en cinco años. Esta tenía un chapitel provisto de veinte bolas de cobre forrado de plomo, del estilo al que se construiría en el monasterio de San Millán de la Cogolla.
El 18 de junio de 1717 un rayo incendió el chapitel metálico, destruyó el cimborrio y arrancó numerosas piedras de la torre, quedando dañado el tejado. El 15 de febrero de 1719 se hizo escritura con Agustín Ruiz de Azcárraga, de Durango, para trazar y construir una nueva sobre los destrozos provocados por la tormenta, con previsión de terminarla para el 1 de marzo de 1723, aunque se retrasaría en su finalización hasta 1725.
Martínez Glera señala la importancia y características de esta torre, ya que servirá de modelo para otras construidas en la zona, como la Concatedral de Santa María de la Redonda de Logroño en 1742; la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Briones en 1750; la Catedral de Santo Domingo de la Calzada en 1765; la iglesia de San Miguel en Labraza de entre 1768 y 1770; y la de Santa María de la Asunción en Oyón.
Reparaciones y añadidos posteriores
En 1711, el estado general del interior de la iglesia obligó a realizar obras, cambiando el retablo mayor, colocando enlosado de un pie de grueso, grada para la división del presbiterio y la nave central con piedra de Atamauri, hacer una sacristía, quitar el brocal del pozo que había debajo del coro y reparaciones de altares.
En 1925 se ponen campanas nuevas.
En 1979 se inició la limpieza y restauración de la torre y cubierta del tejado de la iglesia, sufragado por la propia parroquia. En una primera fase se recuperó la zona del campanario, su solera, vuelo de cornisas, balaustradas y pináculo. En la segunda pináculos, balaustres y reproducciones de esculturas de piedra. En la tercera se terminan las esculturas, balaustres en zona superior y la cúpula con veleta y apoyo en piedra.
En 1988 se instaló la iluminación exterior de la torre.
Monumento histórico artístico
El 3 de junio de 1931, el gobierno provisional de la segunda República la declaró Monumento Nacional. Esta designación fue ratificada el 14 de abril de 1944 por el Ministerio de Educación Nacional. En tanto que monumento, tiene categoría de Bien de Interés Cultural (BIC).
Historia de su cabildo
El cabildo de la iglesia a lo largo de su historia ha gozado de algunos privilegios, que en ocasiones para poder sacar partido de ellos le ha llevado a mantener litigios o acudir a concordias. En el primer tercio del siglo XVI se tenía por costumbre inmemorial que el cabildo eclesiástico de la villa estuviese formado por nueve beneficiados enteros, seis medios y quince servidores patrimoniales.
El 21 de julio de 1528 celebró una concordia con el convento de San Agustín de Haro por la cuarta funeral y otros derechos parroquiales, ya que por entonces el convento gozaba de predilección entre la población (en gran parte debido al estado ruinoso de la parroquia en esa época), acudiendo a su culto y solicitando el enterramiento en su iglesia en detrimento de la de Santo Tomás.